domingo, 7 de junio de 2009

'Estamos viviendo la felicidad de escribir'


Por: Angélica Gallón Salazar
Entrevista con el columnista de El Espectador William Ospina, premio Rómulo Gallegos 2009 por ‘El país de la canela’.

El escritor William Ospina estaba ayer a las 8 de la noche listo para presentar su novela El país de la Canela en Madrid, España, cuando una llamada le avisó que justamente esa obra, la segunda de la trilogía en la que se embarcó hace nueve años, había ganado el importante premio de novela Rómulo Gallegos, otorgado en Caracas, Venezuela.

Inesperado resultó para el creador colombiano que el jurado, presidido por la mexicana Elena Poniatowska, hubiera fallado a favor de su obra. “Se trata de una lectura interpretativa de los primeros viajes de los europeos por el continente con una fuerte proyección hacia el presente… Su excelencia literaria reside en una sólida estructuración de los capítulos y un sólido lenguaje”, explicó la escritora argentina y también miembro del jurado Graciela Maturo, quien además agregó: “Su mensaje supera dicotomías tales como hispanismo e indigenismo y abarca las contradicciones con espíritu humanista, y asienta una ética de respeto a la cultura del otro”.
El Espectador habló con William Ospina en Madrid tras la buena noticia.
¿Cuál es su percepción de este premio?
Siempre ha sido un premio muy importante y espero que lo siga siendo. Creo que la mejor manera de que no se politice y de superar toda la polémica por los supuestos sesgos ideológicos que se creó a su alrededor es hablar exclusivamente de literatura. Estoy seguro de que el jurado está pensando en la literatura y agradezco mucho recibirlo.

¿Qué es lo que más celebra este premio de su obra?
A mí me alegra sentir que hay una afinidad del espíritu de lo que escribo con el pensamiento y el espíritu de la obra de Rómulo Gallegos, quien consideraba al mestizaje como la mirada que podía resolver muchos conflictos en América Latina, que siempre ha tenido tanto menosprecio por el mundo indígena y africano, y que siempre ha mostrado un esfuerzo a veces tan impostado por ser meramente europea. Para mí siempre ha sido muy importante reivindicar ese costado mestizo, no negar nada de lo que somos como europeos —es imposible hacerlo—, pero creo que nos entenderemos mejor los unos a los otros y aprenderemos a engrandecer a nuestros pueblos si sabemos valorar esa herencia indígena y africana. Me alegra recibir este premio dedicado a la memoria de un personaje tan importante para mi obra.

¿Sospechó el alcance de estas novelas, primero ‘Ursúa’ y luego ‘El país de la canela’?
La verdad es que había tanto de qué preocuparse cuando empecé a escribir estas novelas que lo último que habría pensado era en premios, casi que ni siquiera pensé en su publicación. A partir de cierto momento, cuando estaba escribiendo Ursúa, empecé a pensar en una manera de financiarme para poder seguir escribiendo los otros y ahí fue cuando pensé en buscar una editorial, porque no es fácil escribir esos libros que te toman tanto tiempo. Ursúa me tomó seis años y El país de la canela me tomó tres; son en total nueve años de trabajo, y eso requiere un poco de planificación. Pero, más allá de eso, ha sido una sorpresa muy grata que los lectores las hayan recibido con el entusiasmo con el que lo han hecho.

¿Parece un buen momento para las letras colombianas?
Para mí es un honor enorme ganar un premio que obtuvieron García Márquez, Mejía Vallejo y Fernando Vallejo; es un honor enorme ganar un premio en el que estaban participando algo más de 40 novelas colombianas, eso es una muestra de la vitalidad de la literatura colombiana, es la muestra de que nuestra literatura está más viva que nunca, algo reconocido en el ámbito de nuestra lengua y de todo el mundo.
También alegra la cantidad de novelas que participaron en este premio, fueron más de 240 en dos años. Todo esto para mí es una motivación y algo que comparto con todos los escritores, porque creo que es casi un accidente que uno sea el ganador. Pienso que estamos viviendo la felicidad de escribir.

¿Cuáles serían las grandes influencias literarias que reconocería en la escritura de esta trilogía?
Me influenciaron algunos autores que han trabajado sobre temas históricos, como Margarita Yourcenar en Memorias de Adriano, o como Mary Renault en su trilogía sobre Alejandro Magno, que fueron muy importantes para ver cómo se arroja una mirada sobre el pasado que logre ser contemporánea, que nos resulte interesante a los lectores del presente.
Siempre supe que no había que envejecer el idioma para hablar del pasado, que era artificial eso de tratar de escribir con el español del siglo XVI; eso sería de entrada renunciar a los lectores de hoy y uno escribe para los lectores contemporáneos.
Pero podría decir que hay un párrafo muy importante que está en uno de los primeros capítulos de la novela Calle mayor, de Sinclair Lewis, en el que el autor hizo una evocación del pasado de los Estados Unidos. A mí me gustó tanto el tono que tenía ese párrafo, que siempre me dije que si alguna vez escribía sobre la Conquista, me gustaría hacerlo en este tono y de verdad fue muy importante para encontrar la textura y la prosa que yo quería tener en estas novelas.
¿Por qué abordar un tema que ocurrió hace cinco siglos?
Para mí era muy importante convertir esta historia de hace cinco siglos en algo digno de la atención de los lectores de hoy, que se sintiera como una historia que no ha sido contada y que aún tiene muchas cosas que revelar. Además, creo que no hay temas antiguos ni nuevos en la Literatura, cada época debe interrogar la historia, volver e interrogar la memoria, volver a mirarse en el espejo del pasado, porque cada época encuentra respuestas distintas en esa misma historia. Es una historia de hace cinco siglos, pero las preguntas que hacemos sobre ella son las preguntas de hoy.

¿Cuál es la primera pregunta que lo alentó a escribir esta trilogía?
Yo duré algo más de nueve años escribiendo un libro sobre Juan de Castellanos y sobre la poesía de los tiempos de la Conquista, pero llegó un momento en el que decidí que no quería reflexionar más, que quería vivir alguna de estas aventuras, y la que más me interesó fue la de los viajes de los primeros europeos por el Amazonas.
Quería vivir eso, quería ver qué tanto el lenguaje literario con el que contamos hoy después de Gabriel García Márquez, Neruda, Rulfo y Borges nos podía ayudar a mirar de nuevo esos orígenes. Ver cómo entraron esos conquistadores que eran a la vez salvajes y valientes, a los que uno no puede mirar por una sola lente porque son personajes de una gran complejidad. Quería ver de cerca cómo fue el asombro de encontrar todos esos pueblos indígenas innumerables y esas mitologías. Para mí era la aventura de descubrir algo nuevo, porque de todas maneras la historia que nos han contado de la Conquista es muy parcial y no lo hace vivir a uno el asombro y la desmesura de lo que pasó entonces.

¿Cambió su tono y su modo de escribir de la primera novela a la segunda?
Necesitaba que fuera el mismo mundo y que, sin embargo, hubiera una entonación distinta. Es el mismo narrador, pero descubrí que basta con cambiar la intención de lo que el narrador está diciendo para que cambie la tonalidad, la gama de colores de cada libro. El caso de Ursúa es una biografía, un hombre desde afuera hablando de otro, en tanto que El país de la canela es una autobiografía, es un hombre hablando de sí mismo, es el mismo hombre que ya contó la historia de su amigo y ahora va a contar su propia historia. En ese paso hay un cambio de tono, en Ursúa todo es más objetivo y visto desde afuera, en El país de la canela, el narrador incorpora más su sensibilidad, su memoria, su intimidad, su interioridad y eso me ayuda a dar dos colores distintos.

¿Qué tan adelantada está la escritura de la tercera novela, ‘La serpiente sin ojos’?
Ya cuando escribía El país de la canela a menudo tenía que abandonarla y escribir un fragmento de La serpiente sin ojos, porque necesitaba saber qué pasaba después para poder avanzar, tenía que tener alguna claridad sobre ciertos momentos de la otra historia, de ese otro río paralelo que se tejía en la tercera novela; así que una parte de La serpiente sin ojos está escrita y, bueno, a la otra parte tendré que dedicarle mucho trabajo, por lo menos durante un año o un año y medio más para poder terminarla.

Artículo enviado por: Nestor Saúl Solano Hinel (Bucaramanga, Colombia)

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